LA MUERTE DE TUTANKHAMÓN



Tutankhamón fue el último faraón de la XVIII dinastía del Imperio Nuevo Egipcio, que reinó en el país del Nilo entre los años 1336-1327 a. C., aproximadamente. Subió al trono muy joven, a los 10, o 12 años de edad no se sabe con certeza, tras la muerte de su padre, Akhenatón. Su madre no fue la esposa oficial del faraón, la bella Nefertiti, sino que, según se cree, pudo ser una de las concubinas del dios viviente en la Tierra así eran considerados los faraones en el Egipto milenario, probablemente llamada Kiya, la cual daría a luz al hijo varón que la reina no había logrado engendrar, ya que solo trajo hembras a este mundo.

Se casó con su hermanastra Ankhsenaton, hija de Amenofis IV y Nefertiti, y lo primero que hizo al poco de subir al trono, presionado por los poderosos sacerdotes del templo de Amón en Tebas, fue restaurar el culto a este dios que su revolucionario padre había prohibido en favor de un monoteísmo hacia el disco solar, al que dio el nombre de Atón, cambiando el suyo propio por el de Akhenatón («servidor de Atón»). Así mismo, el joven monarca permutó el nombre con el que había ascendido al trono (Tutankhatón) por el de Tutankhamón, en consonancia con el dios restaurado. Pero la desgracia se cebó con el recién estrenado faraón y, en menos de una década aunque también hay estudios que extienden el tiempo hasta los 15 años, le alcanzó la muerte. 


Howard cárter en 1922 abriendo el sarcófago de tuthankhamon 


Desde que el 4 de noviembre de 1922 el británico Howard Carter, en una expedición sufragada por lord Carnarvon, descubrió su tumba la única que ha llegado intacta hasta nosotros en el Valle de los Reyes, se comenzó a especular con las circunstancias de la muerte de Tutankhamón, extendiéndose la creencia de que un fallecimiento a esa edad no había podido tener otra causa que el asesinato. Los partidarios de esta postura se basaban en una frac-tura craneal que se apreciaba en la nuca de la momia, ocasionada, según se creía, por un fuerte golpe que habría resultado mortal.

No obstante, en el año 2010, un trabajo científico publicado en la revista Journal of the American Medical Association (JAMA), para el que se utilizaron análisis genéticos (ADN) y radiológicos, ha podido establecer, por un lado, la edad aproximada que tenía el faraón a su fallecimiento basándose en las suturas de su cráneo, que aún no se habían cerrado, y en que los huesos de sus extremidades no habían llegado a soldarse totalmente; y, por otra parte, las causas reales de su muerte: una infección de malaria causada por el parásito Plasmodium falciparum, junto a una enfermedad crónica (necrosis ósea vascular) producida por la deficiente irrigación sanguínea en el fémur de su pierna izquierda, en el que existía una fractura proveniente quizá de una caída. 


fractura craneal que mostraban los restos mortales del faraón en  la parte posterior de la cabeza, que en realidad no era mas que el desprendimiento de un fragmento óseo, tener una de estas dos causas: haberse producido durante el complejo proceso de momificación al que eran sometidos los cadáveres durante el Antiguo Egipto especialmente los de los faraones y, a menos escala, los del resto de dignatarios de la corte;  o haber tenido lugar probablemente cuando cárter extrajo la momia del ataúd, produciéndose asimismo la rotura de algunas costillas al arrancar las joyas y la máscara de oro del cadáver. 

Igualmente, a través de los análisis mencionados, se han podido comprobar malformaciones en ambos pies del l'ara faraón, tanto en el derecho, que posee un arco muy bajo (132°), como en el izquierdo que además de contar con una longitud superior a la normal tiene su parte delantera ligeramente girada hacia adentro, como si se tratara de un pie varo. Se detectaron así mismo indicios . de necrosis ósea en el segundo y tercer metatarsianos de este pie. Por tanto, la espléndida colección de 130 cetros y bastones diferentes de ébano, marfil, oro y plata hallados en su tumba no era un capricho de coleccionista, como hasta ahora se pensaba, sino que obedecían a una necesidad producida por un problema físico, seguramente de origen genético.


Precisamente, a través de este estudio científico, además de llevarse a cabo la reconstrucción de su rostro, se ha podido averiguar la genealogía del malogrado faraón. El análisis del cromosoma Y ha permitido establecer las cinco generaciones que le precedieron: los bisabuelos de Tutankhamón fueron Thuya y Yuya. La hija de esta, Tiye, matrimonió con Amenofis III y fueron los abuelos paternos de nuestro faraón, puesto que el hijo de ambos Amenofis IV, el que se hizo llamar Akhenatón cuando instauró la reforma religiosa de la que hablamos antes y trasladó la capital del Segundo Imperio Tebano desde la ciudad de Tebas a Tell el Amarna, fue el progenitor habrá permitido de Tutankhamón, cuya muerte, por fin aclarada, le habra permitido descansar en paz al haberse despejado científicame el enigma su temprano fallecimiento.

No obstante, la leyenda sobre la maldición que persiguió a los  mucho descubridores —profanadores de su tumba ha dado mucho de que hablar. Primero saltó la alarma cuando una cobra símbolo del poder del faraón penetró en la jaula del canario que siempre llevaba consigo Howard Carter y lo fagocitó, solo unos días antes de producirse la entrada a la tumba real.


Cuando iban a proceder a la apertura de la misma, un supersticioso obrero egipcio advierte  tanto al arqueólogo como al mecenas del mal augurio que supone la muerte del pájaro, símbolo de lo que les ocurrirá a todos los que violen la paz eterna del faraón. Pero los ansiosos descubridores no le hacen caso y penetran en la tumba junto con Evelyn, la hija del mecenas,y otro arqueólogo llamado Arthur Callender. Solo un año más tarde, el 5 de abril de 1923, lord Carnavon, infectado por picaduras de mosquitos, fallece en El Cairo en medio de altas fiebres, coincidiendo con un corte de electricidad, quizá para mayor impacto ambiental y psicológico. Rápidamente, la prensa sensacionalista, ávida de sucesos de este tipo, propaga la noticia y el miedo a la maldición corre como la pólvora, alimentado por varios hechos que se suceden en cadena: un arqueólogo que trabaja para el Museo del Louvre, Georges Bénédite, visita la tumba y muere al poco tiempo, al igual que otro arqueólogo inglés, Arthur Mace, que lo hace en 1928. No mucho más tarde, fallecen también el hermano y la enfermera que había asistido a lord Carnavon, así como el secretario de Howard Carter. Se dice que la cifra de muertes se acerca a la treintena. Muchos empiezan a creer en la venganza de Tutankhamón. Pero no debió de alcanzar a todos, porque el descubridor de la sepultura, Carter, la hija del magnate inglés, Evelyn, y el otro arqueólogo que participó en la apertura de la tumba, terminaron sus días de forma natural, sin sufrir, por tanto, las iras de la momia de Tutankhamón. 



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