«No estamos solos », inculcaba la película americana de ciencia ficción «Encuentros en la tercera fase», en el año 1978, a sus millones de espectadores en todo el mundo. Gracias a todos los trucos técnicos de los que Hollywood es capaz, aterrizaba en la pantalla una gigantesca nave espacial, de cuyo brillante vientre salían amables habitantes de las estrellas. En el punto culminante de la nueva ola de películas espaciales se mostraron los inicios de una doctrina llamada «exoteología» .
Dicha «teología del espacio» se fundamenta en confesiones de fe a veces un tanto sorprendentes, la más popular de las cuales probablemente sea la historia de los «dioses astronautas»: aquellos seres que, una vez, vinieron a la Tierra de las profundidades del espacio para hacer de unas criaturas estúpidas los primeros hombres pensantes. Los teólogos ven en estas corrientes el deseo de un «buen Dios» personal, tangible, salvador, pero también la peligrosa ilusión de que alguien, allá lejos, resolverá, en última instancia, nuestros problemas.
En cuanto a la búsqueda de nuestro origen, las especulaciones sobre los dioses astronautas no ofrecen más que respuestas superficiales. Porque: ¿de dónde vienen los dioses astronautas? O ¿qué creó a los amables forasteros del espacio, si es que existen? En la pregunta por el origen de la vida, los científicos ya pensaban en 1908 en minúsculos gérmenes de vida, de estructura sencilla, provenientes del espacio, que sembraron la vida por la Tierra, todavía muerta.
Esa «panspermia» volvió a revivir en los últimos años. Dos astrónomos famosos publicaron la idea de que gérmenes de vida, incluidos en cometas, hubieran podido fertilizar un planeta estéril como la joven Tierra. El lanzamiento de esta idea revolucionaria de la «exobiología» (la «biología extraterrestre») vino de los radioastrónomos. Captaron ciertas señales de radio de determinadas moléculas que, en la Tierra, se consideran componentes fundamentales de la vida. Los astrónomos han podido demostrar la existencia de más de 50 de tales componentes fundamentales, desde el agua al ácido fórmico, en el espacio.
Tales nubes de moléculas interestelares son además los lugares de origen de nuevas estrellas. Los astrónomos ya calculan cuántos planetas habitados puede haber en nuestra galaxia con sus cerca de cien mil millones de soles. Las estimaciones oscilan de cero a diez millones de mundos habitados. Más drásticas son las diferencias en las estimaciones de planetas habitados por seres inteligentes. Esto, sin embargo, no impide que los investigadores sigan especulando sobre la visita de seres extraterrestres. Cálculos sencillos muestran, por otra parte, que incluso diez millones de naves espaciales no podrían visitar, en mil años, más que un centésimo de todos los sistemas solares de nuestra Vía Láctea. «La verdadera pregunta dijo el químico californiano Richard E. Dicker son, es ¿cómo podría haberse desarrollado la vida en un planeta parecido a la Tierra?»
0 comentarios:
Publicar un comentario