Los
investigadores combinaron la técnica de fotolisis del agua (diseñada para
utilizar solo materiales biocompatibles y evitar que se originen compuestos tóxicos)
con bacterias modificadas ex profeso para producir combustible. Para su
sorpresa, los microorganismos generaron una amplia variedad de combustibles y
otros compuestos incluso a bajas concentraciones de CO₂. El proceso está
listo para su aplicación a mayor escala, hasta el punto de que los
catalizadores ya contienen metales baratos y fáciles de obtener. Sin embargo, todavía
es necesario aumentar de manera sustancial la producción de combustible. Nocera
asegura que su equipo ya trabaja en un prototipo y que está en negociaciones
con varias empresas. Pero el experto mira aún más allá. Además de generar de
forma sostenible hidrogeno y combustibles ricos en carbono, ha demostrado que,
con otro tipo de bacterias modificadas, resulta posible obtener abonos
nitrogenados directamente en el suelo, una estrategia que aumentaría el
rendimiento de los cultivos allí donde no sea fácil disponer de abonos al uso.
Los microorganismos usan el hidrogeno y el CO₂ para formar cierto tipo de plástico biológico. Una vez
que la bacteria contiene suficiente plástico, ya no necesita la luz del sol,
por lo que puede enterrarse en el suelo. Tras extraer nitrógeno del aire,
aprovecha la energía y el hidrogeno del plástico para producir el abono. Rábanos
que fueron cultivados en una sierra con estos microorganismos acabaron pesando
un 150 por ciento más que las plantas de
control.
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