La torre de londres



Después de conquistar Inglaterra en 1066, Guillermo de Normandía se dispuso a asegurar su trono mandando un claro mensaje que perduraría hasta hoy: un mensaje escrito en piedra. El rey construyó castillos por todo el país para imponer su autoridad, y el más grande de todos fue la Torre Blanca de Londres. Para construirla, trajo piedra de Caen, en Francia, y llevó 20 años terminarla. Cuando finalmente se concluyó, se erigía a 27 metros de altura, con muros de 4,5 metros de grosor, concebidos para intimidar a los londinenses derrotados y actuar en defensa contra ellos. La segunda y tercera plantas, las más protegidas, se reservaban a la realeza y la nobleza. Aquí se incluye la Capilla de San Juan, una de las primeras capillas normandas del país. La primera planta estaba destinada al servicio doméstico, y en la bodega se almacenaban las provisiones y el vino. Años más tarde se alojarían aquí todo tipo de terroríficos aparatos de tortura.





La entrada original estaba en la primera planta, hoy día accesible a través de una escalera de madera, pero en tiempos normandos sería una escala que podría quitarse rápidamente para impedir el acceso a los intrusos. Si el enemigo hubiese accedido, la escalera de caracol le hubiese puesto en desventaja. Los atacantes diestros no hubiesen podido manejar la espada tan bien como los defensores, ya que la pared se interpondría entre ellos. Es más, los peldaños varían en tamaño, de modo que quien no estuviese familiarizado con la disposición podría tropezar y morir en combate a espada. Ante todo, la Torre de Londres era un palacio, no una prisión. No obstante, el primer preso fue el primer fugitivo. Ranulf Flambard, obispo de Durham, fue encarcelado en uno. Un año después sus amigos le colaron una cuerda dentro de una jarra de vino que los guardas consumieron efusivamente. Una vez dormidos, se cuenta que Ranulf usó la cuerda para escapar. La Torre de Londres siguió siendo la residencia real de los descendientes de Guillermo el Conquistador, quienes dejaron su propia marca en la fortaleza. Enrique III (1216-72) y su hijo Eduardo I (1272-1307) añadieron estancias reales y levantaron dos muros concéntricos de defensa y un foso de 50 metros de ancho. Sin embargo, en 1843 este foso fue vaciado debido a que las aguas residuales, huesos y cuerpos de las víctimas de la plaga lo convirtieron en un hediondo pozo de enfermedades que rodeaba a las 2.500 personas que habitaban en la Torre.


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