Sólo
pensar en que 1000 millones de julios de energía impactan contra el avión en el
que vuelas a diez mil metros de altura le provoca escalofríos a cualquiera.
¿Pero es tan terrible corno suena? Los aviones están muy bien protegidos frente
a los relámpagos, y no pueden provocar accidentes. Aunque se estima que de
media hay un accidente de avión comercial al año, el último de ellos a causa de
un rayo fue en 1967. Este catastrófico accidente se cobró la vida de sus 81
pasajeros y tripulantes al impactar el relámpago contra el depósito de
combustible y provocar una explosión colosal. Desde entonces, los ingenieros
han hecho grandes avances en los diseños aeronáuticos, obligan a tornar
precauciones de descarga y toma de tierra. El combustible se ha mejorado
haciendo que sus vapores sean menos explosivos, y los sistemas están bien
protegidos para evitar chispazos e incendios. Los aviones modernos están
diseñados para que, en caso de impacto, la electricidad se disipe por el
fuselaje en un proceso que se conoce corno el efecto piel. Esto sucede de forma
natural con los aviones de aluminio, mientras que aquellos a base de materiales
compuestos se construyen con una malla conductiva. De este modo normalmente no
queda ni siquiera evidencia del impacto.
Los rayos pueden dejar marcas en un avión, pero los sistemas modernos actuales hacen que salga ileso.
Se cree que un avión medio es impactado una vez al año.
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