La
relatividad general predice que la materia que caiga en un agujero negro se comprimirá
sin límite a medida que se aproxime al punto central; un callejon sin salida
llamado singularidad. No es posible extrapolar la trayectoria de un objeto más allá
de la singularidad, ya que su línea de tiempo termina allí. Incluso hablar de (allí)
resulta problemático, ya que el propio espacio-tiempo deja de existir. Los
investigadores esperan que una teoría cuántica de la gravedad actúe como un
microscopio que permita resolver ese punto y estudiar que sucede con la materia
que cae.
Fuera,
en el borde del agujero negro, la gravedad es más débil, por lo que las leyes
conocidas deberían seguir siendo validadas. Por eso resulta aún más
desconcertante que no lo sean. Un agujero negro se encuentra delimitado por un horizonte
de sucesos, la superficie más allá de la que cual nada puede escapar. La caída es
irreversible. Y eso supone un problema, ya que todas leyes fundamentales de la física,
incluidas las cuánticas, son reversibles. Al menos en teoría, siempre es
posible invertir el movimiento de las partículas y recuperar su estado inicial.
Los
físicos se enfrentaron a un enigma similar a finales del siglo XIX, cuando
consideraron las propiedades del cuerpo negro. El electromagnetismo del Max Well
predecía que este absorbería toda la radiación que incidiera sobre él, por lo
que nunca alcanzaría el equilibrio con la materia circundante. Absorbería una
cantidad infinita de calor de una fuente mantenida a temperatura fija. En otras
palabras, su temperatura efectiva seria de cero (0) absoluto. Semejante conclusión
contradecía lo observado en los cuerpos negros del mundo real. No obstante,
tales problemas desaparecían si, en contra de lo que se pensaba hasta entonces,
la energía se radiaba en unidades discretas.
Los
físicos llevan casi medio siglo intentando encontrar una solución equivalente
para los agujeros negros. El fallecido Stephen Hawking dio un paso enorme
cuando, a mediados de los años setenta, aplico la teoría cuántica a la radiación en torno a un agujero negro. Al
hacerlo, hallo que estos objetos tenían asociada una temperatura. Eso implicaba
que no solo absorbían energía, sino que también la emitían. Pero, aunque eso
llevo los agujeros negros al redil de la termodinámica, agudizo el problema de
la irreversibilidad. La radiación saliente se genera en el borde del agujero
negro y no transporta información sobre el interior es energía térmica aleatoria.
Y ahora ya no es posible imaginar que la materia original seguirá atrapada en
el interior, ya que, a medida que el agujero negro radie, ira encogiéndose hasta
acabar desapareciendo por completo.
Dicho
problema se conoce como paradoja de la información, pus el agujero negro destruye
la información que nos permitiría rebobinar el movimiento de las partículas que
caen en él. Si la física de los agujeros negros ha de ser reversible, algo
tiene que volver a transportar esa información al exterior. Y, para explicarlo,
puede que sea necesario modificar nuestra idea del espacio tiempo.
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