Como
probablemente sepas, los colores que vemos en las fotos de muchas de las imágenes procedentes de la NASA, la
ESA, y otras agencias espaciales, no son exactamente reales. No es que quieran
engañarnos, es que tienen buenos motivos
para retocarlas desde la original.
Nebulosas
extremadamente coloridas, que nos permiten apreciar los pequeños detalles de
sus estructuras, o lo que está sucediendo en su interior y cómo están siendo
erosionadas por las estrellas que se han formado en su interior, supernovas,
planetas.
Podría seguir
con la lista, porque todos hemos visto, en algún momento, alguna imagen del
espacio que nos ha resultado muy llamativa. En todos esos casos, lo cierto es
que hay un grado de mentira. Es cierto, con un telescopio, no verías la
nebulosa con esos colores.
Pero empecemos por lo
esencial. Los telescopios y lo que hacen para obtener estás imágenes.
Especialmente aquellos que tienen una cámara digital. Un telescopio no es más
que un conjunto de tubos, espejos y lentes que permiten que el instrumento
capture tanta luz como sea posible.
Tiene la capacidad de capturar
mucha más luz que el ojo humano, y por tanto, no sorprende que sea capaz de
captar cosas que nunca llegaríamos a ver a simple vista. A menos que nos
embarcásemos en un viaje de unos cuantos millones de años de duración. Es la
primera diferencia.
La segunda tarea del
telescopio es recoger toda esa luz procedente del espacio y concentrarla en un
pequeño punto. Esa acción de enfoque también amplía el tamaño de las imágenes,
hace que veamos cosas con un tamaño más grande del que tienen en la vida real.
Segunda diferencia.
Es decir, en el nivel más
esencial del arte de enseñarnos el firmamento, ya estamos percibiendo una
construcción artificial de la realidad. Porque lo que podemos percibir por
nosotros mismos no es lo mismo que lo que puede percibir ni interpretar un
telescopio.
Nuestras retinas tienen
sensores especiales (bastones y conos) que son capaces de captar diferentes
colores. Los sensores digitales (en los que se incluyen las cámaras), por
contra, no son sensibles a los colores. Solo pueden medir la cantidad de luz
que les llega.
Así que para corregirlo se
utilizan filtros, y o bien se utilizan diferentes conjuntos de sensores, o se
combinan diferentes lecturas procedentes del mismo sensor. En cualquier caso,
el resultado es el mismo. Una avalancha de datos sobre las propiedades de la
luz.
Que el dispositivo ha obtenido
en el mismo momento en que tú estabas capturando la imagen. Por medio de
algoritmos de software, es posible reconstruir todos esos datos y
transformarlos en una imagen que, hasta cierto punto, se aproxima a lo que tus
ojos verían sin esa ayuda.
Para bien o para mal, la
exposición y la iluminación tal y como los entiende un ordenador no son iguales
a lo que nosotros captamos. Si alguna vez has jugado con los filtros antes de
hacer una foto, lo estás haciendo por un simple motivo: quieres que la foto
salga mejor.
Los científicos persiguen, precisamente, ese
mismo objetivo. En tu caso, seguramente lo haces por un motivo artístico.
Ellos, sin embargo, lo hacen por un motivo científico. Las imágenes obtenidas
del espacio les permiten descubrir cosas sobre su funcionamiento.
Un poco de
contraste aquí, o un poco de brillo allí, puede ser suficiente para comprender
las estructuras complejas que observan, y su funcionamiento. La NASA no retoca
la foto simplemente para darle un aspecto más artístico, sino para que sea útil
científicamente hablando.
Pero ¿qué
colores se usan? En el universo, de forma natural, no es descabellado decir que
los dos colores más comunes son el rojo y el azul. Si estás viendo una imagen
del telescopio espacial Hubble con esos dos colores, seguramente sea bastante
aproximado a lo que verías.
Suponiendo
que pudieses ir hasta ese lugar y observarlo por tus propios medios. ¿Qué pasa
con el verde, el naranja o el morado que se pueden ver en algunas fotos? Los
mecanismos astrofísicos no suelen dar como resultado estos colores. Se suelen
añadir, de manera artificial.
Así se puede
distinguir algún elemento o alguna zona compleja que los científicos están
intentando estudiar. Cuando los elementos se calientan, brillan en una longitud
de onda de luz específica. A veces, esa luz está dentro de la percepción del
ojo humano:
Pero quizá aparezca obstruido
por otros colores de la imagen. En otros casos, directamente, la onda de luz no
sería visible porque es demasiado corta o larga para lo que podemos ver (y no
es parte de la franja de luz visible dentro del espectro electromagnético).
En cualquier
caso, lo que se busca es dónde está un elemento en particular en una nebulosa o
en un disco protoplanetario. Así que los científicos usan esta característica
para poder conseguir indicios sobre el origen y estructura de algo complejo. Es
frecuente con las nebulosas.
A menudo, se
suelen usar filtros de tres colores, verde, azul y rojo, por ejemplo, para
resaltar la presencia de hidrógeno, oxígeno y azufre. Para nosotros puede ser
un simple color, pero para los investigadores puede dar información muy valiosa
en su estudio.
Inmensos agradecimientos a: Alex Riveiro
Inmensos agradecimientos a: Alex Riveiro
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